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בס׳ד

Shabbat - Ser o no ser

Ser o no ser (shomer shabbat) - esa es la cuestión.

Hasta ahora hemos hablado de temas que no "interfieren" demasiado con nuestra vida cotidiana. Pero el shabbat se repite una vez cada siete días.

En Israel es muy fácil comer Kasher y en la diáspora tampoco es tan difícil. Basta proponérselo. Pero shabbat son palabras mayores.

Cualquiera que mire desde afuera a alguien que guarda y respeta el shabbat, no puede evitar pensar que la otra persona se ha vuelto loca, le han lavado el cerebro a más no poder, ha sido abducido por una extraña secta o le ha pasado algo tan gordo que se ha refugiado en la religión y es un caso perdido.

Basta echar un vistazo a todas la prohibiciones y las leyes de lo más enrevesadas para llegar a la conclusión que quien no ha nacido en una familia observante (y lo ha mamado desde la cuna) y decide, pese a todo, guardar shabbat, sencillamente está loco de remate.

No se puede cocinar, ni usar el coche, lavar la ropa, pintarse los labios, cortarse las uñas, ir al cine o al fútol, encender o apagar la luz del baño o de la cocina o cualquier luz de la casa, no se puede cortar el papel higiénico, ni usar el teléfono móvil o ver la tele, tampoco se puede calentar agua para hacernos un café, o llevar un simple paraguas aunque llueva a cántaros... ¿sigo?

Cito el cuarto mandamiento del judaísmo según Wikipedia (que por cierto, cita a la Torá, aunque les incomode decirlo) :
«Recuerda el día de sábado, para santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu labor; mas el séptimo día es shabat para el Eterno, tu Dios; no harás ninguna labor, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sirvienta, ni tus bestias de carga, ni el extranjero que habita dentro de tus murallas, pues en seis días el Eterno hizo los cielos y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, y el séptimo día descansó. Por eso, el Eterno bendijo el día de shabat y lo santificó».

La primera vez que leí que guardar shabbat era uno de los diez mandamientos, mi cara debió de parecerse al emoji 😱. No me lo podía creer. Nací y crecí sabiendo que era judía, siempre tuve claro que no me casaría con alguien no judío, que en Yom Kipur se ayuna y en Pesaj no se come pan... pero nadie me dijo que guardar y respetar el shabbat era nada más y nada menos que el cuarto mandamiento. Pues debe de ser algo importante, porque viene antes de no matarás, me dije.

Así que con unos treinta y pocos años, me entero que el cuarto mandamiento trata de manera directa y sin rodeos sobre el shabbat. No lo insinúa, no lo trae en forma alegórica. No. Directamente lo dice con todas y cada una de sus letras en cualquier sefer Torá que decidamos abrir.

Ser o no ser. Eso resume el shabbat. En shabbat no nos escondemos detrás de las pantallas de los dispositivos móviles, ni detrás del maquillaje o el coche con los cristales tintados, no nos distraemos con una película ni nos ponemos a montar muebles de IKEA o a arreglar el jardín para pasar el día y no tener que enfrentarnos a nosotros mismos tal y como somos, sin más.

En shabbat, somos. Somos lo que hemos construido, somos nosotros mismos y todos los que nos rodean son ellos mismos - sin trampa ni cartón. Nos presentamos ante nosotros mismos y ante los que nos rodean, tal y como somos. Nos desconectamos para conectarnos. Dejamos de hacer, para ser. Para más de uno esta experiencia puede ser aterradora. Para más de uno, mejor descartarla antes de haberla probado siquiera. Para más de uno, cualquier excusa vale con tal de no ser, ni que los demás nos vean como somos (o no tener que ver cómo son los que nos rodean porque tal vez ya no nos gusten tanto).

La archirepetida frase de "no es el pueblo de Israel el que guarda el shabat, sino que es el shabat el que guarda del pueblo de Israel" solo puede ser entendida en su esencia por aquellos que han decidido dar ese pasito, y han entendido y saboreado la indescriptible magia, el encanto y el secreto de la dimensión del shabbat.

En shabbat somos. Y el entendido, entiende.






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