B´H
KASHRUT: To be, or not to be.
La mesa está puesta. Noam ya está sentado en su sitio, tiene hambre.
Traigo un plato con algo que para él es nuevo, nunca antes lo ha comido. Nunca antes lo ha visto.
“No me gusta”
“¿Lo has probado? Pruébalo y luego, si no te gusta, no te lo comes”.
Mis amigos no judíos entienden y respetan mi decisión de comer Kosher con mucha más facilidad que muchos de mis correligionarios. Claro, a ellos no les crea ningún conflicto. Ellos saben que soy judía, que soy diferente. Ni mejor ni peor, sencillamente diferente. Lo que yo haga o deje de hacer tiene una explicación clarísima para ellos: Natalia es judía. Pero para los que son judíos, la explicación no es tan sencilla. Si Natalia es judía y yo soy judío, ¿por qué ella – que es como yo – come Kosher y yo no?
La prohibición de comer productos que no son Kosher, entra dentro de la categoría de Jok – es decir, ley. Esto es un decreto que va más allá de la comprensión humana (Rashi Vayikra, 19:19, Bamidbar 19:2, Rambam, end of Hilchos Me´iela). No obstante, el Rambam – Maimónides – nos enseña que debemos intentar entender al máximo de nuestras capacidades todas y cada una de las Mitzvot.
A Noam le han detectado una alergia, concretamente, al cacahuete. Cuando el médico le realizó las pruebas, pude ver con mis propios ojos cómo su suave y delicada piel se hinchaba y enrojecía en cuestión de segundos al entrar en contacto con una gotita minúscula de extracto de cacahuete.
De la misma manera, cuando comemos algún producto que no es Kosher, aunque sigas sin creer en los Principios Universales y Objetivos, nuestra Neshamá reacciona. Y vaya si reacciona.
Según nos explican nuestros sabios (Mesechta Yoma 39a), se “obstruye” nuestro corazón, se produce el Timtum HaLev. Nos cuesta más entender las cosas – estamos mucho menos afines a captar la Torá. Es como si cada vez que comemos algo que no es Kosher, un finísimo velo se posara encima de nuestro corazón, de nuestro Lev. ¿Cuántas veces comemos al día? ¿Cuántos velos diarios estás depositando en tu corazón?
¿Y si la razón por la que no crees es porque tienes el corazón tan obstruído? Claro, es la pescadilla que se muerde la cola: como no crees, no comes Kosher. Como no comes Kosher, sigues obstruyendo tu corazón. Como tienes el corazón obstruído, no crees. Y como no crees, no comes Kosher… y así podríamos seguir eternamente.
Desde que Noam empezó a dialogar conmigo, creo que habré oído unos cuantos cientos de veces eso de: “No me gusta” y siempre le he dado la misma respuesta: “Pruébalo. Si no te gusta, no te lo comes”. Empecé a comer Kosher cuando Noam tenía tres años y me sentí bastante ridícula – a mis treinta años había tenido la misma actitud hacia el Kashrut que un niño de tres años de edad – ridícula!!!
Para escalar una montaña, lo primero que tienes que hacer es dar un primer paso. One step at a time. No importa cuan grande o alta sea la montaña, para escalarla, lo primero que tenemos que hacer es dar ese primer paso.
Cuanto más Kosher como, más entiendo. Cuanto más entiendo, más Kosher como. Aunque sea una Mitzvá que entre dentro de la categoría de Jok y esté por encima de mi comprensión, cuanto menos obstruído tengo el corazón, mejor penetra en mí la Torá.
Aunque sigas sin creer, te diré lo mismo que le digo a Noam. Pruébalo. Si no te gusta, no te lo comas. Pero pruébalo, en serio.
Besorot Tovot.
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Estoy empezando a vivir.